jueves, 19 de enero de 2012

estancia.

Y están los dos asomados a una pileta tan celeste como el cielo se fuese de día. Si fuese de día el cielo estaría todo volcado en la pileta, y arriba de ellos no habría nada. Agujero infinito, un poco incoloro también. Aunque de noche, está todo comprimido ahí. Reprimido y vuelto agua que se mueve si la tocan. Ellos la tocan el agua, de vez en cuando, y entonces se mojan. Ahí comparten.
Hay un encierro que no se traspone con nada, piensa eso, lo anota y luego duerme. Ahí todo está bien. Ahí, todo siempre va a estar bien.
Es una estancia con caballos que nadan en piletas, y si pudiesen, volarían con armamentos muy duros que los sostuviesen. Porque nadar no se ayuda con nada, en cambio volar siempre está acompañado de naves. Está compuesto de un invento que se pensó, con anterioridad. ¿Qué haríamos acá, si un caballo se nos cayese? ¿si nuestro invento no hubiese funcionado y tuviéramos que, tristemente, abrir los brazos para recibir a este caballo que viene en caída libre del cielo celeste?
Es una estancia con ovejas también, que se agotan de su lana y se les pudre en vida. Ya antes de quitársela, la lana está rota, y de nada sirve ya que la oveja siga viva. Pareciera que los dos quieren aniquilar a la oveja, pero hay algo en la mirada del animal que los conmueve. Entonces, los dos otra vez, prueban el invento propio. Y salen y vuelan, esta vez sin caballos, y miran a la oveja a la distancia. Desde el cielo celeste la miran a la oveja pastar, alimentarse sin ningún fin, pudriendo su propia lana. Pareciera que los dos, desde allá arriba volando, se quedan dormidos. Y por lo que se ve de sus caras, ahí no hay nada de malo. Nada malo, podría pasarles allá arriba, con los ojos cerrados.

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