miércoles, 28 de diciembre de 2011

Vida

Hoy me desperté y fui directo al baño. Casi siempre eso, las dos cosas van seguidas, como vagoncitos unidos de algo que pasa. Apoyada sobre la pared del baño pensaba en la suciedad de las cosas. La bañadera que un día fue blanca, fue blanca para los propietarios anteriores, o quizás tampoco. Pero sí, un día tuvo ese color pulcro y ahora pienso que andá a saber qué cosas le habrán pasado para apagarse de esa forma. Cuántas situaciones de suciedad habrá pasado la bañadera, y entonces la cosa se transmuta y deja de ser sólo eso para pasar a ser todo el moblaje del baño. Todo un baño angustiado. ¿Cómo es que se puede estar cómodo sentado en una tabla que ni relleno tiene? Sino un agujero inmenso para que las cosas pasen, sucedan, se pierdan.  Sigo mirando y en un recoveco del lavatorio acongojado veo una cucarachita. Apenas se mueve, lo justo y necesario como para mostrarse con vida. Tiene millones de patas esta cucaracha, hacía tiempo no veía algo así. No me dan miedo esos cuerpecitos marrones, no me dan mientras no se me acerquen. No va a darme ahora porque la cucaracha parece no tener intenciones de moverse de ahí. El lavatorio es como su casa. Me estiro toda sin alejarme del todo de donde estoy sentada y veo que, en efecto, la cucaracha no viaja porque está pariendo. Una mochilita marrón sale propulsada de su cuerpo y cae al suelo. Nada se mueve. Es un instante de silencio en el que podría haber pasado otra cosa, un choque de naves por ejemplo, algo tremendo que equivale al parto de una cucaracha. Ella sigue moviéndose y otra mochilita se asoma de su cuerpo. Pienso que a las cucarachas hay que matarlas. Uno vive con eso. Son acciones que se aprenden de verlas, todo el tiempo, constantemente. La muerte de una cucaracha. Aplastar al ser marrón, no dejarlo ser. Nada de sobrevivir, todo de aniquilar. Pero,  ¿cómo es posible que yo mate a una cucaracha en medio de un parto? Ya hasta me parece obsceno estar espiándola en su intimidad del linaje. Cierro los ojos lo más que puedo y me es imposible no chocarme con que, en realidad, estaba triste. Nada más que eso.


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