domingo, 3 de junio de 2012

Lautaro y la pólvora- desgarro-

Sueño que lo único que hago es hablar con su mamá. Nada más. Él se queda encerrado en su casa. No quiere salir. Con la única persona que puedo hablar, su mediación, es su madre. Y ella me cuenta cualquier cosa...cosas sin importancia. Ahí en la entrada de la casa, en una especie de jardín de plantas muy verdes.  Me cuenta de sus achaques. De que ahora que está más anciana se le empezó a caer el pelo una barbaridad. Me muestra el peine que saca de un bolsillo, atiborrado de pelos blancos, medio muertos. Y su hijo mientras, mira la televisión adentro de la casa. Con cara de muerte también. Mira y no ve nada. Los colores se le proyectan en la nariz inmensa, en la barba. Está quieto. Sabe que yo estoy afuera de la casa hablando con esa señora, pero no le importa, no va a moverse de ahí. Solo está bien.
La verdad entera es que, es que fuí hasta ahí para verlo a él. Me vestí toda, combiné algo algunas cosas, para verlo a él. Para contarle de las últimas cosas que me venían pasando. Del viaje en colectivo que había tenido hasta ahí, donde casi caigo redonda en el suelo. De mi calzado nuevo, medio brilloso. De mí.

Debajo del sillón del living tiene una bomba que él mismo fabricó. Una tarde que estaba aburrido, me cuenta- me sigue contando su madre- mi hijo se puso a fabricar bombitas. No las explota, nunca las explota. Siempre las deja ahí. Ahí para que algún día, cuando se le ocurra, las vuele. A veces algunos cables quedan colgando, y tengo que correrlos con la aspiradora. Me cuenta. Es que son los cables de mi hijo. Yo no podría prohibirle esto. Y mientras esto me cuenta,  me doy cuenta que está más anciana que nunca y que huele a bizcochuelo.
Que estoy cansada, realmente agotada, de su hijo y de sus bombas.
 "Igualmente él y yo, quedamos en que las va a explotar fuera de casa" me cuenta la mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario