martes, 13 de noviembre de 2012

Cuando se muere la abuela

La última vez que la ví no tenía tantas arrugas,
porque ella,
según todos,
tenía un cutis privilegiado.
Cuando estaba embalsamada ya,
no había cambiado tanto.
Según todos,
después del embalsame,
los cuerpos tienden a rejuvenecerse.
Pero ella no tuvo ese estilo,
sino que todo lo contrario,
aún en la vejez,
tendía a permanecerse joven
chiquita,
juguetón su rostro todo.
Y la última vez que la ví,
cuando todavía hablaba,
me preguntó más de una vez si yo era
quien decía ser.
Más de una vez dudé en darle una respuesta.
No podía ser certera.
Es difícil que algo sea certero,
teniendo un abuelo cerca.
Parece ser que el anciano,
es el primer eslabón de toda la cosa.
De ahí en más,
después de siglos,
entra una en juego.
Y la última vez que la vi
cuando estaba acurrucada en su silla móvil,
me tomaba de las manos y me decía que era linda,
que qué linda era,
y que de dónde había salido.
Así, tan linda.
Le conté que tenía una madre,
y pura casualidad,
ese cuerpo de mujer,
me había engendrado.
Y tiempo antes,
más casualidad aún,
cuando ella también era una mujer posible,
habia engendrado a una madre.
Porque todas,
después de siglos,
entran en juego como madres.
La última vez que la vi a mi abuela
me dolió la femeneidad.
Tener que cargar con el peso de que la cosa sigue,
sigue y seguirá,
y las mujeres seguirán engendrando mujeres,
que se mirarán a los ojos,
cuantas veces más,
acurrucadas en sillas que rueden,
plasmadas de arrugas
en pelo fino
pidiendo una vez más,
una explicación,
a la descendencia descocada.
Porque la cosa no cesa,
sigue su rumbo
y a las mujeres, un día,
se las entierra.
Aunque todavía huelan rico
y el pelo se les enrule al más mínimo contacto.
La última vez que la ví,
a mi abuela,
tuve que despedirla en silencio.
Le rocé el hombro enfermo,
aunque sin heridas,
y en silencio le dije
en diminutivo todo,
que cuanto la quería,
que cuanto la quise,
que todo eso, aunque yo fuese una mujer parada
en vez de acostada, como ella,
que todo eso era cierto
aunque silencioso.

La última vez que la vi, en realidad,
estaba cellada.
Brillaba como una nube intacta y flaca.
La nube que no pasa
porque no pesa
sino que se queda ahi
hasta que algo la tapa
la tierra.

Le tiré tierra, la última vez que la ví.
La metí en un cajón inmenso,
aunque yo no directamente,
pero sí,
la metí adentro de un cajón y ni una lágrima largué.
Porque sabía que mi pena no iría a llegarle.
¿qué sentido tiene,
llorarle a quien no lo ve?

La última vez que ví,
tenía una abuela
ahora
ese llanto ya no tiene origen.
porque la mujer primera
ya se fue.

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